ESCASA idea tenemos de la fuerza que adquiriríamos si nos
pusiéramos en contacto con la fuente de toda fuerza. Caemos repetidamente en el
pecado, y creemos que deberá ser siempre así. Nos aferramos a nuestras
debilidades como si fueran algo de lo cual debemos estar orgullosos. Cristo nos
dice que debemos poner nuestro rostro como pedernal si queremos vencer. El llevó
nuestros pecados sobre su cuerpo en un madero; y por el poder que nos ha dado,
podemos resistir al mundo, a la carne y al demonio. No hablemos, pues, de
nuestra debilidad y falta de eficiencia, sino de Cristo y de su fuerza. Cuando
hablamos de la fuerza de Satanás, el enemigo consolida más su poder sobre
nosotros. Cuando hablamos del poder del Poderoso, hacemos retirar al enemigo. Al
acercarnos a Dios, Dios se acerca a nosotros . . .
Muchos de nosotros
dejamos de aprovechar nuestros privilegios. Hacemos unos pocos débiles esfuerzos
para practicar el bien, y luego volvemos a nuestra vieja vida de pecado. Si
alguna vez hemos de entrar en el reino de Dios, será con carácter perfecto, sin
mancha, arruga, ni cosa semejante. Satanás trabaja con mayor actividad al
acercarse el fin del tiempo. Tiende sus trampas, sin ser advertido por nosotros,
a fin de posesionarse de nuestras mentes. Trata de todas maneras de eclipsar del
alma la gloria de Dios. A nosotros nos toca decidir si gobernará él nuestros
corazones y mentes, o si tendremos un lugar en la tierra nueva, un derecho a la
heredad de Abrahán.
El poder de Dios, combinado con el esfuerzo humano,
ha obrado una gloriosa victoria en favor nuestro. ¿No la apreciaremos? En Jesús
nos fueron dadas todas las riquezas del cielo. Dios no quería que la
confederación del mal dijese que él podía hacer más de lo que ha hecho. Los
mundos que creó, los ángeles del cielo, podrían dar testimonio de que él no
podía hacer más. Dios tiene recursos de poder de los cuales todavía nada
sabemos, y de éstos nos suplirá en nuestro tiempo de necesidad. Pero nuestro
esfuerzo se ha de combinar siempre con el divino. Debemos poner en actividad
nuestro intelecto, nuestras facultades perceptivas, toda la fuerza de nuestro
ser . . . Si queremos hacer frente a la emergencia y armarnos como hombres que
esperan a su Señor; si queremos trabajar para vencer todo defecto de nuestro
carácter, Dios nos dará más luz, fuerza y ayuda ( Youth's Instructor , enero 4,
1900).
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