"Examinadlo todo; retened lo bueno." 1 Tes. 5: 21.
Hermanos: Debemos cavar profundamente en la mina de la verdad. Podemos examinar ciertos asuntos personalmente y con otros, siempre y cuando lo hagamos con el debido espíritu; pero demasiado a menudo el yo toma la delantera, y tan pronto como comienza la investigación se manifiesta un espíritu anticristiano. Esto es justamente lo que deleita a Satanás; pero debemos venir con corazón humilde para saber por nosotros mismos qué es la verdad.
Se aproxima el momento cuando seremos separados y esparcidos, y cada cual tendrá que sostenerse sin el privilegio de la comunión con los que comparten su preciosa fe. ¿Cómo podrán prevalecer a menos que Dios esté a su lado y sepan que los está guiando y dirigiendo? Cada vez que nos reunimos para estudiar la verdad bíblica, el Maestro está con nosotros. El Señor no permite ni un solo instante que el barco sea gobernado por pilotos ignorantes. Podemos recibir las órdenes del Capitán de nuestra salvación. . .
Si un hermano enseña errores, los que ocupan cargos de responsabilidad deben saberlo; y si está enseñando la verdad, deben ponerse de su parte. Todos debiéramos saber qué se enseña entre nosotros, porque si es la verdad, necesitamos conocerla. Los maestros de escuela sabática necesitan conocerla, y cada alumno de la escuela sabática debe comprenderla. Todos tenemos la obligación de saber lo que Dios nos envía. Nos ha proporcionado pautas para probar toda doctrina: "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isa. 8: 20). Pero si pasa esta prueba, no permitan que el prejuicio les impida aceptar una doctrina probada sólo porque ésta no concuerda con sus ideas.
No se aferren de cualquier objeción, por pequeña que sea, ni la agranden tanto como se pueda, ni la guarden para usarla en el futuro. Nadie ha dicho que encontraremos la perfección en las investigaciones de los hombres, pero esto sé: Nuestras iglesias están agonizando por falta de enseñanza acerca del tema de la justificación por la fe en Cristo, y verdades semejantes.
No importa por medio de quién nos llegue la luz, debiéramos abrir las puertas de nuestros corazones para recibirla con la mansedumbre de Cristo ( Review and Herald , del 25 de marzo de 1890).
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