Jesús miraba a los acongojados y de corazón quebrantado, a aquellos cuyas esperanzas habían sido defraudadas, y que procuraban satisfacer los anhelos del alma con goces terrenales, y los invitaba a todos a buscar y encontrar descanso en él.
Con toda ternura decía a los cansados: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11:29).
Con estas palabras, Cristo se dirigía a todo ser humano. Sabiéndolo o sin saberlo todos están trabajados y cargados. Todos gimen bajo el peso de cargas que sólo Cristo puede quitar. La carga más pesada que llevamos es la del pecado. Si tuviéramos que llevarla solos nos aplastaría. Pero el que no cometió pecado se ha hecho nuestro sustituto. "Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros" (Isa. 53: 6).
El llevó el peso de nuestra culpa. También quitará la carga de nuestros hombros cansados. Nos dará descanso. Llevará por nosotros la carga de nuestros cuidados y penas. Nos invita a echar sobre él todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón.
El Hermano Mayor de nuestra familia humana está junto al trono eterno. Mira a toda alma que vuelve su rostro hacia él como al Salvador. Sabe por experiencia lo que es la flaqueza humana, lo que son nuestras necesidades, y en qué consiste la fuerza de nuestras tentaciones, porque fue" "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4:15). Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Estás tentado? Te librará. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te iluminará. ¿Estás herido? Te curará. Jehová "cuenta el número de las estrellas", y, no obstante, es también el que" "sana a los quebrantados de corazón, y liga sus heridas" "(Sal. 147: 4-3).
Cualesquiera que sean tus angustias y pruebas, expónlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo. Se te despejará el camino para que puedas librarte de todo enredo y aprieto. Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda. Cuanto más pesadas sean tus cargas, más dulce y benéfico será tu descanso al echarlas sobre Aquel que se ofrece a llevarlas por ti.
Las circunstancias pueden separar a los amigos; las aguas intranquilas del dilatado mar pueden agitarse entre nosotros y ellos. Pero ninguna circunstancia ni distancia alguna puede separarnos del Salvador. Doquiera estemos, él está siempre a nuestra diestra, para sostenernos y alentarnos. Más grande que el amor de una madre por su hijo es el amor de Cristo por sus rescatados. Es nuestro privilegio descansar en su amor y decir: "En él confiaré; pues dio su vida por mí".
El amor humano puede cambiar; el de Cristo no conoce mudanza. Cuando clamamos a él por ayuda su mano se extiende para salvarnos.-El ministerio de curación, págs. 47-48.
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