¿Dormir poco afecta la vida espiritual?

Pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo. No debemos extrañar que los problemas relacionados al sueño interfieran en la salud y calidad de vida. Mientras dormimos, el cuerpo se restaura, se liberan las hormonas, se consolida la memoria, y se prepara para las actividades del día siguiente.


A pesar de todos los beneficios de una noche bien dormida, hay una epidemia en las personas que duermen mal o poco. En un estudio reciente publicado en la revista Sleep, los investigadores han comparado la duración del sueño de los trabajadores americanos entre 1975 y 2006. Después de analizar algunos diarios que registraban los horarios de dormir y despertar, fue verificado un aumento significativo en el número de personas que estaban durmiendo 6 horas o menos por la noche.1
En mi experiencia clínica, he percibido lo mismo sucediendo en Brasil. Exceso de trabajo, jornadas dobles, tránsito, televisión, Internet, deportes, compromisos nocturnos y uso de estimulantes, como la cafeína y nicotina, son algunos de los culpables. Dentro de todos esos factores, el trabajo es quizás el siervo número uno.
La escritora americana Elena G. de White, en su libro Consejos sobre salud, página 98 dice que “Las personas que se esfuerzan por realizar una gran cantidad de trabajo en un tiempo limitado y continúan trabajando cuando su mejor criterio les indica que deberían descansar, no son nunca ganadores. Viven con capital prestado, porque gastan en el presente las fuerzas vitales que necesitarán en el futuro”.
Descubrimientos científicos recientes refuerzan este concepto. Los investigadores observaron varios aspectos en el comportamiento de las personas que disminuyeron el sueño de 8 horas para 7 o menos, durante varias noches consecutivas. Los perjuicios encontrados fueron: somnolencia durante el día siguiente, aumento de tiempo en la respuesta a estímulos (demora para frenar el carro, por ejemplo), disminución de la memoria de corto plazo, bajo rendimiento en tareas complejas, dificultad de concentración y deterioro del humor. Además de eso, las personas que duermen menos de 7 a 8 horas por la noche sufren daños físicos, como el aumento de la presión arterial, predisposición a la diabetes, aumento del apetito y subida de peso.
El sueño y la espiritualidad
La vida espiritual también es afectada por la falta de sueño. El cristiano moderno necesita hoy, más de que nunca, de un cerebro en pleno funcionamiento para discernir las cosas espirituales y escuchar la voz de Dios. El exceso de actividades intelectuales sin la contraparte del reposo, debilitan el sistema nervioso. Este estado físico no promueve una mente calmada y equilibrada, ni un espíritu alegre y feliz. Por lo contrario, el resultado es irritabilidad, impaciencia y falta de tolerancia.
El sueño insuficiente también dificulta la percepción de la verdad bíblica. El estudio de la Palabra de Dios, el culto y la devoción matinal quedan en segundo plano. Sin el alimento espiritual diario, la vida espiritual agoniza, el carácter no es perfeccionado y la restauración de la naturaleza espiritual amorosa del hombre no ocurre.  El consejo de Cristo para nosotros hoy, continua siendo: “Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, y descansad un poco” (Mar. 6:31).
Consejos para una buena noche de sueño
1.  Practique ejercicios físicos regularmente.
2.  Evite estimulantes como el azúcar y la cafeína, principalmente durante la noche.
3.  Prepare una cena leve y coma temprano.
4.  Tome un baño relajante.
5.  Procure acostarse y despertarse siempre en el mismo horario, incluso los fines de semana.
6.  Use infusiones (mate) calmantes como manzanilla, tilo, anís, menta etc.
7.  Apague todas las luces y mantenga el cuarto en silencio.
8.  Permita que el aire puro circule por el cuarto durante la noche, manteniendo una ventana semiabierta.
9.  Deje todas las preocupaciones de lado.
10. Converse con Dios y pida paz y serenidad.
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(1) Knutson KL, Van Cauter E, Rathouz PJ, DeLeire T, Lauderdale DS. Trends in the prevalence of short sleepers in the USA: 1975-2006. Sleep. 2010;33:37-45.
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Luis Fernando Sella,  Médico
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