Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Juan 15:4.
No es el contacto casual con Cristo lo que se necesita, sino el permanecer en él. Él os llamó a morar con él. No os propone una felicidad pasajera que se experimente ocasionalmente mediante la búsqueda ferviente del Señor, y que se desvanece al abocaros a vuestras ocupaciones seculares. Vuestra permanencia en Cristo aliviana toda tarea necesaria, porque él lleva el peso de todas las cargas. El hizo provisión para que permanezcáis en él. Esto significa que debéis estar conscientes de que permanecéis en Cristo, de que estáis continuamente con Cristo, donde vuestra mente se anima y fortalece porque la habéis puesto sobre Cristo...
No os quedéis fuera de Cristo, como hacen muchos que hoy se dicen cristianos. El permanecer “en mí, y yo en vosotros” es una cosa posible de hacerse, y no se haría la invitación si vosotros no pudierais hacerlo. Jesús nuestro Salvador os está atrayendo continuamente mediante su Espíritu Santo, trabajando con vuestra mente para que moréis con Cristo... Las bendiciones que concede están todas relacionadas con vuestras propias acciones individuales. ¿Será rechazado Cristo? Él dice: “Y al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan 6:37. De otro grupo de personas dice: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida”. Juan 5:40...
¿Hemos comprendido plenamente la bondadosa invitación: “Venid a mí”? El dice: “Permaneced en mí”, no permaneced conmigo. “Entended mi llamamiento. Venid a mí para estar conmigo”. Concederá gratuitamente todas las bendiciones implícitas en él a todos los que acudan a él en busca de vida...
El Señor Jesús permanecerá con vosotros y vosotros con él en todo lugar.—Manuscrito 194, 1898.
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